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VIDAS 

que inspiran historias

De Gambia a las calles del Raval

De Gambia a las calles del Raval

STRATEGY

"Lo único que puede cambiar una situación de vida es la misma persona"

OPINIÓN 

Marina León
Estudiante de Periodismo
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Para dormir como es debido tenemos que respetar una serie de “normas de higiene del sueño” dice la neuróloga Victoria Fernández. Normas como la oscuridad, el silencio y unas condiciones de temperatura estables. Pero, ¿cómo pueden conseguir estas condiciones los sintecho en las calles? Es simple, los sintecho no duermen y es posible que lleven años con muchas complicaciones para, tan solo, descansar. 

 

Urbanismo defensivo, Arquitectura Hostil o Anti Sinhogar,  son algunas de las denominaciones al fenómeno que elimina del espacio público cualquier elemento que pueda servir de cama a las personas sin hogar. En otras palabras, como dijo el historiador de la arquitectura Iain Borden, es la “comercialización del espacio público, donde todo se convierte en un centro comercial” y consiste, básicamente, en eliminar cualquier elemento que distraiga a la población de consumir o de trabajar, 

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Bancos con reposabrazos, “púas anti sintecho” debajo de los puentes o en las entradas a los cajeros, fuentes secas, bancos individuales, bancos circulares o los que solo sirven para descansar la espalda, jardineras inclinadas que no dejan ni sentarse o cajeros que se cierren por las noches, son algunas de las múltiples medidas que impiden a las victimas más directas del sistema estar en la calle.

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A estas personas ya se les ha privado de un hogar, de una familia, de una educación e incluso de un trabajo, pero, el sistema lejos de avergonzarse de no poder, o más bien, querer, dar una vida digna a todos los ciudadanos, también quiere que nnnn

 

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sean invisibles

 

Según la urbanista Eva García, estos accesorios de los urbanistas son respaldados por un “falso discurso arquitectónico: el higienista, la falsa sostenibilidad o el disfraz de diseño contemporáneo (…) y, por supuesto, la obsesión por la seguridad”. 

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Pero el problema no recae en las ansias del sistema porque se duerma en casa o se beba en la discoteca, el problema recae en el consumo. Si pagas, en Barcelona puedes dormir la siesta en una “siesta-cafetería” y si consumes, puedes beber en el espacio público, sentado en una terraza de bar, claro. 

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“Nos dicen por donde tenemos que andar, donde nos podemos sentar, donde somos bienvenidos, pero solo si gastamos dinero. O lo tenemos”, se quejan los artistas londinenses que empezaron una campaña contra la Arquitectura Hostil bajo la consigna “Spaces, not spikes” (“Espacios, no clavos”, refiriéndose a las púas anti sintecho), en la que hacían, de bancos, sencillos refugios techados que ayudaban a los sintecho a descansar con un poco menos de frío. 

 

Las personas sin hogar existen en todas las ciudades del mundo y no podemos empeñarnos en no verlas, no podemos hacer eso de girar la cara al pasar por su lado porque “me da pena”. Existen y tienen (y tenemos) un problema que no puede esconderse en un descampado de una zona industrial o en un parking abandonado. Unos clavos metálicos debajo de un puente no son una solución, son una huida hacia adelante. 

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Laura Mateu
Estudiante de Periodismo
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Vivimos en una sociedad patriarcal, donde la tradición ha otorgado a los hombres una serie de privilegios que les da “derecho” a cobrar más que las mujeres, a ocupar cargos más importantes que ellas e incluso a golpearlas. Golpearlas, violarlas y ridiculizarlas. La conocida violencia machista o de género está presente en oficinas, escuelas, hogares… pero esta violencia también invade las calles. Aunque el porcentaje de mujeres sin techo en Barcelona, según la XAPSLL, es solo del 8,36%, sigue siendo la realidad de muchas, una realidad invisibilizada. Incluso ellas, por miedo a ser agredidas sexualmente, intentan ser invisibles y cubren por completo su rostro al dormir para que otros individuos no las reconozcan. 

 

Para estas mujeres, acabar en la calle es vivir en un constante estado de pánico, una sensación con la que, por desgracia, están familiarizadas, ya que el 70% de las mujeres sin hogar ha sufrido con anterioridad violencia de género. Algunas, incluso, han prolongado la convivencia con su agresor para evitar la brutalidad de las calles. Hay diferentes factores por los que una persona pierde su hogar, pero como han reivindicado en  “El rap de las #MujeresSinHogar” muchas de ellas huyen del machismo y acaban en la calle, donde se encuentran con las mismas agresiones y violaciones, solo que en un escenario diferente”. Un espacio que no es seguro para ningún ser humano por infinidad de razones, pero donde las mujeres se sienten especialmente vulnerables, ya que vivir en la intemperie pone en peligro su seguridad e integridad física y, nnnnn ...............

además, hace imposible la práctica de medidas higiénicas optimas y dignas. 

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No obstante, antes de llegar a esta situación, las mujeres, a diferencia de los hombres y ahí la razón del bajo porcentaje de mujeres sin techo, explotan todos y cada uno de sus recursos. Acuden a la policía, a familiares, albergues y asociaciones. Cualquier lugar que les haga sentir lo más seguras posible. Muchas de estas asociaciones, como “Lola, no estàs sola” y “Assís Centre d’Acollida”, se dedican exclusivamente a ayudar a mujeres. Les proporcionan un espacio seguro en el que pueden encontrar compañeras que han pasado por experiencias parecidas y donde no tienen que estar en alerta por la posible agresión de un hombre. Les ofrecen un servicio de soporte y las ayudan a seguir adelante. 

 

Ante esta situación hay que tener claro que el sinhogarismo no se refiere exclusivamente a las personas sintecho, sino que es un concepto que engloba infinidad de circunstancias: dormir en la calle o en el sofá de un amigo, estar en riesgo de desahucio, sufrir violencia machista en casa u ocupar un local para evitar que los servicios sociales retiren la custodia a una madre que, por razones circunstanciales, no puede proporcionar un techo a sus hijos. 

 

Miles de realidades diferentes, miles de mujeres enfrentándose diariamente a agresiones, violaciones, injusticias, desigualdades, a la brecha salarial. Un problema silenciado por la masculinidad del sistema, pero con mujeres sin hogar dispuestas a luchar.

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