Las espinas anti sintecho
- eltechoinvisible
- 28 abr 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 29 abr 2020
OPINIÓN
Marina León
Para dormir como es debido tenemos que respetar una serie de “normas de higiene del sueño” dice la neuróloga Victoria Fernández. Normas como la oscuridad, el silencio y unas condiciones de temperatura estables. Pero, ¿cómo pueden conseguir estas condiciones los sintecho en las calles? Es simple, los sintecho no duermen y es posible que lleven años con muchas complicaciones para, tan solo, descansar.
Urbanismo defensivo, Arquitectura Hostil o Anti Sinhogar, son algunas de las denominaciones al fenómeno que elimina del espacio público cualquier elemento que pueda servir de cama a las personas sin hogar. En otras palabras, como dijo el historiador de la arquitectura Iain Borden, es la “comercialización del espacio público, donde todo se convierte en un centro comercial” y consiste, básicamente, en eliminar cualquier elemento que distraiga a la población de consumir o de trabajar,
Bancos con reposabrazos, “púas anti sintecho” debajo de los puentes o en las entradas a los cajeros, fuentes secas, bancos individuales, bancos circulares o los que solo sirven para descansar la espalda, jardineras inclinadas que no dejan ni sentarse o cajeros que se cierren por las noches, son algunas de las múltiples medidas que impiden a las victimas más directas del sistema estar en la calle.
A estas personas ya se les ha privado de un hogar, de una familia, de una educación e incluso de un trabajo, pero, el sistema lejos de avergonzarse de no poder, o más bien, querer, dar una vida digna a todos los ciudadanos, también quiere que sean invisibles.
Según la urbanista Eva García, estos accesorios de los urbanistas son respaldados por un “falso discurso arquitectónico: el higienista, la falsa sostenibilidad o el disfraz de diseño contemporáneo (…) y, por supuesto, la obsesión por la seguridad”.
Pero el problema no recae en las ansias del sistema porque se duerma en casa o se beba en la discoteca, el problema recae en el consumo. Si pagas, en Barcelona puedes dormir la siesta en una “siesta-cafetería” y si consumes, puedes beber en el espacio público, sentado en una terraza de bar, claro.
“Nos dicen por donde tenemos que andar, donde nos podemos sentar, donde somos bienvenidos, pero solo si gastamos dinero. O lo tenemos”, se quejan los artistas londinenses que empezaron una campaña contra la Arquitectura Hostil bajo la consigna “Spaces, not spikes” (“Espacios, no clavos”, refiriéndose a las púas anti sintecho), en la que hacían, de bancos, sencillos refugios techados que ayudaban a los sintecho a descansar con un poco menos de frío.
Las personas sin hogar existen en todas las ciudades del mundo y no podemos empeñarnos en no verlas, no podemos hacer eso de girar la cara al pasar por su lado porque “me da pena”. Existen y tienen (y tenemos) un problema que no puede esconderse en un descampado de una zona industrial o en un parking abandonado. Unos clavos metálicos debajo de un puente no son una solución, son una huida hacia adelante.
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