
AYUDAS
​
Las personas sintecho no están solas
OPINIÓN

Andrea Cuerva
Estudiante de Periodismo
El ya famoso coronavirus ha provocado un giro radical en nuestras sociedades. Nuestras rutinas han sido sustituidas por horas y horas confinados en casa con la explícita condición de salir de esta solo cuando sea urgente y necesario. Actualmente, estar en la calle supone un riesgo para la salud de todos, pero ¿qué sucede cuando tu casa es la calle?
Las personas sin hogar forman uno de los colectivos de máximo riesgo de contagio por este virus. No pueden confinarse en sus casas. Ni siquiera pueden cumplir con la higiene recomendada. Ahora mismo, mantener sus vidas a salvo es casi imposible.
Ayuntamientos como el de Barcelona han intentado poner remedio a esta situación. El gobierno municipal anunció que la ciudad contaba ya con 2.200 plazas destinadas a la protección de personas sintecho. Además, ha reforzado el número de centros destinados a esta causa aportando 385 plazas más, con posibilidad de ampliación según las necesidades.
Aunque la propuesta principal era perfecta, todo el plan se ha visto desbordado en la práctica. La Fundación Arrels tiene contabilizadas más 4.200 sin hogar en Barcelona, pero las plazas que se ofrecen desde el ayuntamiento no llegan a las 2.600. La propuesta del ayuntamiento es muy buena en el papel: se dará cobijo, ropa, comida diaria y unas condiciones higiénicas adecuadas a personas que habitualmente no las tienen. El problema aparece cuando lo aplicamos a una realidad que se aleja mucho de nuestro imaginario, en el cual no kjhhgfhf
llegamos a concebir la existencia de un número tan elevado de personas sin hogar como el que se ha podido observar en esta situación.
​
El sinhogarismo es invisible en nuestra sociedad. Cuando vemos a alguien por la calle que claramente no tiene hogar giramos la mirada con la intención de no cruzarnos con la suya. Parece ser que esta es la mejor forma de evadir los problemas: si no lo veo, no existe. Esto es un reflejo de la actitud de los ayuntamientos. Pero el coronavirus nos ha obligado a salir de nuestro imaginario idealizado para topar con una realidad mucho más dura: sí, las personas sintecho existen, y son muchas más de las que imaginamos. Ha sido una forma de recordar a los gobiernos municipales que son necesarias las medidas para mejorar la situación de este colectivo, no solo en tiempos de pandemia.
Bajo la etiqueta viral #YoMeQuedoEnCasa se esconde una cruda realidad para estas personas que, aun queriendo, no disponen de un techo que les cobije. Las medidas del ayuntamiento no sólo se quedan cortas, sino que aquella solución inicial tan segura para los más desfavorecidos ha acabado siendo todo lo contrario. Los centros habilitados por los ayuntamientos tienen una ocupación masiva, lo que impide mantener las distancias de seguridad requeridas y atender correctamente a los afectados. Además, en estos momentos habrá cientos de personas sin hogar deambulando por Barcelona, sin opción a acceder a algún centro. Personas desprotegidas, una vez más, luchando contra el virus cuerpo a cuerpo.
​
​
​
Paola Badia
Estudiante de Periodismo
En Barcelona conviven más de 1.200 personas sin hogar, que durante estos días están sintiendo más que nunca la soledad y el desamparo de no tener un lugar donde refugiarse. Organizaciones como la Fundación Arrels o la ONG Assís se están viendo obligadas a trabajar bajo servicios mínimos, mientras estas personas se encuentran más expuestas que nunca a un virus al cual no pueden combatir, ya que no tienen acceso a una higiene básica y muchos de ellos sufren enfermedades crónicas. Pero el problema no es la falta de personas dispuestas a ayudar, sino las pocas facilidades para hacerlo.
Es cierto, que el gobierno está tomando medidas para dar cobijo a los sin techo. El propio Rey Felipe VI se muestra satisfecho al visitar el hospital de emergencia que se ha habilitado en el recinto de IFEMA en Madrid «Este hospital es símbolo de lo que somos capaces de hacer cuando trabajamos juntos». Resulta gracioso pensar en el concepto “cuando trabajamos juntos”, ya que el sinhogarismo ha existido siempre, pero no siempre se ha querido acabar con él. Ferrán Busquets, portavoz de la Fundación Arrels, lleva años reivindicando más espacios, que a día de hoy hubiesen sido de gran ayuda para atender a las personas sin hogar. Y es que a decir verdad, estas situaciones extremas muestran como todas aquellas organizaciones que sí trabajan por un bien común, sienten la impotencia y la fragilidad de no poder hacer frente a las concentraciones masivas de personas y a atender a todo el mundo que necesita una mano.
​
​
Por el contrario, con la llegada del Coronavirus parece que todo el mundo ha recuperado su cualidad más humana, ha dejado de pensar de forma individual para buscar el beneficio común y, es por eso que, los invisibles han pasado a ser palpables, aunque siguen siendo intocables. No obstante, ¿Quién se preocupará por estas personas una vez se acabe la cuarentana? Lo cierto es que la mayoría de nosotros volveremos a ser seres individuales y egoístas que fingiremos no ver a las personas que duermen en las estaciones, o bien, al lado de nuestro portal.
Por fortuna, muchas otras personas podrán tener la consciencia tranquila de haber hecho posible que el sinhogarismo venciese al coronavirus. Como por ejemplo, los participantes del proyecto ‘Actua al carrer’ de Sabadell que hacen un seguimiento telefónico de aquellos que disponen de un móvil. Los 2.200 voluntarios de la Cruz Roja que día y noche reparten alimentos y gestionan los albergues. Los miembros de Ningú Sense Llar Gramenet que se han organizado para crear un servicio “take away” de comida. Como así, el centro Folre de Badalona, que ha mantenido abierto el servicio de duchas y entrega tuppers individuales de alimentos. El desengaño que sufrirá el sinhogarismo, entendido como el sentir que formas parte de algo para después volver a la oscuridad, no será tan duro gracias a la intervención y ayuda de todos estos colectivos de valientes.
​
​
