Un poco de esperanza entre tanta oscuridad
- eltechoinvisible
- 28 abr 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 29 abr 2020
OPINIÓN
Paola Badia
En Barcelona conviven más de 1.200 personas sin hogar, que durante estos días están sintiendo más que nunca la soledad y el desamparo de no tener un lugar donde refugiarse. Organizaciones como la Fundación Arrels o la ONG Assís se están viendo obligadas a trabajar bajo servicios mínimos, mientras estas personas se encuentran más expuestas que nunca a un virus al cual no pueden combatir, ya que no tienen acceso a una higiene básica y muchos de ellos sufren enfermedades crónicas. Pero el problema no es la falta de personas dispuestas a ayudar, sino las pocas facilidades para hacerlo.
Es cierto, que el gobierno está tomando medidas para dar cobijo a los sin techo. El propio Rey Felipe VI se muestra satisfecho al visitar el hospital de emergencia que se ha habilitado en el recinto de IFEMA en Madrid:
«Este hospital es símbolo de lo que somos capaces de hacer cuando trabajamos juntos».
Resulta gracioso pensar en el concepto “cuando trabajamos juntos”, ya que el sinhogarismo ha existido siempre, pero no siempre se ha querido acabar con él. Ferrán Busquets, portavoz de la Fundación Arrels, lleva años reivindicando más espacios, que a día de hoy hubiesen sido de gran ayuda para atender a las personas sin hogar. Y es que a decir verdad, estas situaciones extremas muestran como todas aquellas organizaciones que sí trabajan por un bien común, sienten la impotencia y la fragilidad de no poder hacer frente a las concentraciones masivas de personas y a atender a todo el mundo que necesita una mano.
Por el contrario, con la llegada del Coronavirus parece que todo el mundo ha recuperado su cualidad más humana, ha dejado de pensar de forma individual para buscar el beneficio común y, es por eso que, los invisibles han pasado a ser palpables, aunque siguen siendo intocables. No obstante, ¿Quién se preocupará por estas personas una vez se acabe la cuarentana? Lo cierto es que la mayoría de nosotros volveremos a ser seres individuales y egoístas que fingiremos no ver a las personas que duermen en las estaciones, o bien, al lado de nuestro portal.
Por fortuna, muchas otras personas podrán tener la consciencia tranquila de haber hecho posible que el sinhogarismo venciese al coronavirus. Como por ejemplo, los participantes del proyecto ‘Actua al carrer’ de Sabadell que hacen un seguimiento telefónico de aquellos que disponen de un móvil. Los 2.200 voluntarios de la Cruz Roja que día y noche reparten alimentos y gestionan los albergues. Los miembros de Ningú Sense Llar Gramenet que se han organizado para crear un servicio “take away” de comida. Como así, el centro Folre de Badalona, que ha mantenido abierto el servicio de duchas y entrega tuppers individuales de alimentos. El desengaño que sufrirá el sinhogarismo, entendido como el sentir que formas parte de algo para después volver a la oscuridad, no será tan duro gracias a la intervención y ayuda de todos estos colectivos de valientes.
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