La juventud olvidada: el sinhogarismo más actual
- eltechoinvisible
- 26 may 2020
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 8 jun 2020
Vivimos en una sociedad en la cual la palabra "joven" esconde muchas connotaciones. Normalmente, la juventud suele relacionarse con una época inolvidable de vivacidad, locura y amistades, que marcarán el resto de nuestras vidas. Sin embargo, ¿cuántos jóvenes están preparados para enfrentarse al mundo real, un mundo lleno de corrupción, crisis, enfermedades y otras muchas adicciones? Todo esto puede dar lugar a una situación de sinhogarismo juvenil, muy actual en nuestras sociedades. Y es que estas causas nos puede tocar a todos de cerca.
Marina León, Andrea Cuerva, Paola Badia y Laura Mateu
Lo cierto es que nadie está preparado para tales vivencias, pero tampoco los jóvenes que se encuentran en situación de calle y no tienen otro remedio que hacerle frente. Este colectivo engloba tanto a adolescentes menores de edad, como a otros adultos jóvenes (entre 15 y 24 años según la ONU) en esta situación. En referencia a los menores que viven en la calle, el Programa Inter ONGS los define como “ cualquier niña o niño que no ha alcanzado la edad adulta, para quien la calle (en el sentido amplio de la palabra, incluyendo viviendas desocupadas, terrenos baldíos, etc.) se ha convertido en su residencia habitual y/o medio de vida, y que no esté protegido, dirigido y supervisado por adultos responsables”.
No existe una razón única que explique la situación de estas personas, pero hay determinados factores comunes que pueden resultar los detonantes. Por una parte, la crisis económica tuvo una doble repercusión con consecuencias todavía palpables: el desempleo de millones de padres y madres de familia y un mercado laboral incapaz de absorber a miles de jóvenes plenamente capacitados. Así pues, según los datos de Save The Children, en España hay un 26,8% de menores sufriendo actualmente pobreza y exclusión. A su vez, en 2019, la tasa de paro de menores de 25 años fue del 32,4%, la segunda más alta de los países de la Unión Europea.
Por otra parte, la familia constituye otro factor determinante, ya que actúa como un elemento de protección cuando cumple correctamente con su función socializadora. Además, en el caso de los jóvenes que ya se han quedado sin hogar, disponer del soporte de alguien cercano les ayuda a mejorar la autoestima y la confianza en sí mismos. Esto les permitirá poder acelerar el proceso de reinserción a la sociedad y evitar adentrarse en un mundo de delincuencia, ya que muchos acaban entrando en un ‘círculo vicioso’ donde la falta de motivación y perspectivas de futuro provoca que acaben conformándose con vivir en la calle.
No obstante, la familia también es el principal factor de riesgo. Según los datos del Ministerio del Interior, en mayo de 2017 se mantenían activos 2.749 casos de menores desaparecidos. La Fundación ANAR afirma que “el maltrato físico, el maltrato psicológico continuado y la dificultad de relación con los padres son los principales motivos para la huida, a veces agravados por otros problemas psicológicos, acoso o abusos”.
Síntesis de causas y datos sobre jóvenes sin hogar en España (Barcelona). Fuente: Elaboración propia y fotografía de El País
Jóvenes únicos, sin hogar y luchadores
Además de la crisis económica de un país o una mala estructura familiar, son muchas las razones que pueden conducir a los jóvenes al sinhogarismo: la violencia machista, la inmigración, los estigmas sociales… Son causas que coinciden con el sinhogarismo de los adultos, pero es importantísimo diferenciarlos.
En la clasificación ETHOS, se reflejan los diferentes tipos de exclusión residencial que muchos viven, y de la que nos somos conscientes ya que, socialmente no se asocia el sinhogarismo con estas situaciones y existe la idea de que los sintecho son solo hombres de mediana edad. No obstante, según el informe anual de FEANTASA, los jóvenes constituyen entre el 20% y 30% de las personas sin hogar. Se desvinculan de su familia o emigran, llegando al país de acogida sin nada y en situación de precariedad.
Farid, uno de los entrevistados para el reportaje Diagnosis 2019 de Arrels Fundació, es uno de ellos. Cuando llegó a España tuvo que trabajar como captador de socios de ONG y de repartidor de Glovo para sobrevivir, y hoy en día sigue luchando para poder abandonar las calles. Las mujeres jóvenes aún se encuentran con más problemas y dificultades. La mayoría de ellas, el 42% según los estudios de Panadero y Rodríguez (2018), ha acabado en albergues o centros a causa de abusos y maltratos. En situación de sinhogarismo, tienen que seguir resistiendo estos abusos, ya que muchas veces recurren al sexo de supervivencia, mediante el cual consiguen alimentos o habitaciones.
Otro colectivo de jóvenes sin hogar es el de los menores no acompañados (MENA), que abandonan sus países de origen por una situación de guerra o pobreza y vienen en busca de oportunidades, aunque sin ninguna garantía de ellas. El año pasado se contabilizaron en Cataluña más de 4000 MENA. La DGAIA (Direcció General d’Atenció a la Infància i l’Adolescència) se hace responsable de ellos. No obstante, como explica Candela Puig, integradora social en un centro de menores de la Zona Franca, “una vez cumplen los 18, tenemos que dejarles la maleta en la puerta e invitarles a que abandonen el centro.” La DGAIA, además de poseer su tutela, también es la encargada de gestionar los permisos de residencia y trabajo. En muchas ocasiones su gestión es deficiente y los jóvenes se convierten en ex tutelados sin papeles y sin hogar.
Por otro lado, l’ASJTET (Àrea de Suport al Jove Tutelat i Extutelat) trabaja complementariamente para garantizar que consigan una casa y trabajo, y dispongan de atención jurídica y psicológica, entre otros. Pese a sus esfuerzos, muchos de ellos acaban haciendo couchsurfing en casas de amigos y durmiendo en la calle.
Este sería el caso de menores y jóvenes, principalmente de Marruecos u otras regiones del continente africano, pero hay otros colectivos, como las personas rumanas o gitanas, que sufren exclusión social y residencial. Según el estudio de Silvia Marcu, los jóvenes rumanos de Madrid proceden de Moldavia, Valaquia y Transilvania. En muchas ocasiones, son personas que han sufrido experiencias traumáticas y que han acabado dependiendo de las drogas. Aunque, en ocasiones, según Marcu, son las drogas las que los llevan a la calle, junto con otros desencadenantes de más peso como el desempleo, la falta de apoyos y las rupturas afectivas. Llegan a España en busca de un futuro mejor que no pueden encontrar en sus países, ya sea por la pobreza o porque pertenecen a un colectivo discriminado, como lo son los gitanos. Pretenden encontrar un trabajo, pero al llegar, no todo es tan sencillo, acaban viviendo en la calle y ganándose el poco dinero con el que cuentan recogiendo cartones o mendigando.
Los roles de género, se dejan ver una vez más en este caso de los jóvenes de origen rumano que viven, o malviven, en España. Los jóvenes no se ganan la vida de la misma forma que las jóvenes. Ellos, buscan cartones y papel en el interior de los contenedores de dos de la madrugada a ocho o doce de la mañana. En cambio, ellas, mendigan.
Silvia Marcu también ha estudiado al colectivo de jóvenes gitanos de origen rumano, un colectivo especialmente discriminado en Rumanía que, a consecuencia de los estigmas que tienen asociados, encontrar trabajo es uno de sus mayores retos. Por ello, la investigadora afirma que la criminalización que sufren en su país natal los lleva a buscar una vida mejor en la península, como es el caso de María, una joven entrevistada para el estudio.
“Yo ya no tengo casa…ni aquí, ni allí, ¿no me ves? No tengo a dónde volver porque huí de Rumania. Uno cuando huye es que no está contento, no tiene casa, pues no tiene adónde volver. Y aquí… ya ve, mi casa es esta plaza donde pido, estos cartones, donde duermo, y esta ciudad”. - María, 22 años.
Aurel, tampoco era aceptado en su país y prefiere dormir en las calles de Madrid que en una casa donde, al salir, lo señalaban.
“Tengo una casa en Rumania, pero no volveré al pueblo hasta que no me acepten… Prefiero dormir aquí, porque nadie me conoce… Ir por la ciudad cada día, bailar en los semáforos, o pedir en el metro”. Aurel, 38 años -
La situación de los jóvenes sin hogar es muy diversa y compleja. Por esto, es imprescindible estudiar sus características y personalizar al máximo la atención y ayuda que se les proporciona. Con este objetivo, la Xarxa d’Atenció a les Persones Sense LLar (XAPSLL), que cuenta con más de 33 entidades que proporcionan atención primaria a personas sin hogar, realiza periódicamente entrevistas a los jóvenes que acuden a sus centros o a su red, para poder adaptar así sus estrategias, aumentar su alcance y mejorar sus servicios. Algunos de estos jóvenes usuarios consideran que la transmisión de información debería de ser más rápida y dinámica, pero todos están de acuerdo en que la XAPSLL les ha sido “un elemento de protección básico para abandonar la calle y satisfacer las necesidades básicas” (Diagnosis, 2019).
Gráfico de elaboración propia que muestra el aumento, con el paso de los años, de los jóvenes sin hogar atendidos por la XAPSLL, con datos extraídos de Diagnosis 2019. Fuente: elaboración propia
Caminos para la supervivencia
Si se analiza de cerca esta relación de los jóvenes sin hogar y la presencia de los centros de la XAPSLL u otros, se observa que, como cualquier otro colectivo de personas sin hogar, los jóvenes sin techo se organizan de dos formas básicas para poder sobrevivir. La primera y más conocida es asistir a un centro social. Es cierto que, además, en el caso de los jóvenes hay centros especialmente destinados para ellos, lo cual restringe mucho más la ocupación de estos espacios y permite mayor accesibilidad.
Estos centros satisfacen las necesidades básicas de estas personas, centrándose en la oportunidad de tener un techo donde cobijarse, comida y mantas. Pero lo cierto es que, tal y como comunican los profesionales que trabajan con este colectivo, los equipamientos destinados a ayudar a las personas sin techo y, concretamente, a los jóvenes sin hogar, se encuentran bastante obsoletos e insuficientes. La falta de recursos económicos y el hecho de que estos centros comúnmente estén dirigidos por organizaciones sin ánimo de lucro son factores determinantes que justifican esta falta de recursos denunciada por los profesionales.
El acceso a estos centros se hace de varias formas. En “El sensellarisme a Barcelona. Evolució i joves en situació de sensellarisme”, publicado por XAPSLL, se pone de manifiesto una diferenciación entre el colectivo según su forma de vida en la calle, en la cual se muestra que aunque haya personas que pernoctan en un albergue, muchas se ven obligadas a pasar el dia entero en la calle o incluso viven sin pagar alquiler para tener un techo asegurado. Algunos jóvenes denuncian que las normas de estos equipamientos suelen generar dificultades en sus trayectorias de vivienda y en su día a día. Indira, una de las jóvenes que participó en el proyecto, asegura que le resulta muy incómodo tener que pasar el día en la calle. Además, debe recorrer largas distancias desde los puntos céntricos de la ciudad hasta los albergues, lo cual le imposibilita prácticamente poder asistir a uno de estos centros.
Estos son algunos de los motivos por los cuales los jóvenes sin hogar muchas veces se acaban decantando por la segunda opción de supervivencia: la calle.
En el documento “Resiliencia y factores protectores en menores infractores y en situación de calle, las investigaciones” señalan que los jóvenes de la calle desarrollan estrategias de supervivencia, competencia y autonomía que están estrechamente vinculadas a la resiliencia. Además, para estos jóvenes la calle suele ser un lugar muy atractivo debido a la ausencia de reglas y límites, así como por la fácil obtención de alimentos, dinero y un acceso rápido a una red de amigos que se encuentren en la misma situación. Pero lo cierto es que esta situación, en muchos casos, lleva a la delincuencia e incluso a la violencia física, sexual y moral.
Además, la calle es un espacio donde reina la ley del más fuerte, sobretodo entre jóvenes. Para ellos encontrar un lugar fijo y estable es muy complicado. Se suelen dar muchos conflictos por quien ha adquirido primero un lugar concreto. Es una situación que se da sobretodo en jóvenes que se encuentran recientemente en una situación de sinhogarismo y no no tienen experiencia.
Y al final, cualquiera de las dos opciones se queda obsoleta. Ninguna parece ser la mejor forma de organizar un colectivo como el de los jóvenes sin hogar. Debido a la poca visibilidad que tienen se ven olvidados y con unos recursos muy poco trabajados y bastante pobres. Una situación complicada de por sí se vuelve un poco más difícil debido a la invisibilidad que sufren y a la poca acción por parte de las sociedades. Pero lo cierto es que, aunque se trata de un sinhogarismo reciente, evoluciona a pasos agigantados sin nadie que lo frene.
Vídeo de la campaña Hogar SÍ, que habla sobre la jóvenes sin hogar y las dificultades y ayudas con las que se encuentran.
Si quieres leer más:
Arrels Fundació: "Los sintecho se mantienen, pero son cada vez más jóvenes"
El Salto Diario: "La voz de los invisibles: tres historias de Nou Barris - de acampar en la calle a la ocupación en tiempos de pandemcia mundial"
XAPSLL, El sensellarisme a Barcelona. Evolució i joves en situació de sensellarisme, 2019 (Barcelona)
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